… y, a pesar de todo, Granada sigue siendo la más bonita de España
-
Granada es la ciudad que ha perdido más patrimonio histórico en los últimos siglos -dos terceras partes-; sería una urbe de fábula de haberlo conservado mejor y controlado el urbanismo moderno
-
En los dos últimos siglos, la ciudad ha sufrido profundísimas transformaciones por derribos de los franceses, varias desamortizaciones, exclaustraciones, cubrición del Darro, cala de la Gran Vía, etc.
Las guías que Gómez-Moreno y Gallego Burín publicaron de su ciudad son un continuo lamento a la Granada desaparecida. La derribaron por el afán modernizador de tiempos pasados, sin contemplaciones y disfrutando de arramblar con lo vetusto. El XIX fue siglo destructor por excelencia; Granada se llevó la piqueta de oro, seguida de Zaragoza con la plata y Valencia el bronce. Hasta que mediado el siglo XX retornó el gusto por nuestro patrimonio, empezamos a ser conscientes del valor histórico del legado arquitectónico. Pero ya no había remedio; Granada había derribado o vendido dos terceras partes de sus edificios antiguos, de las brillantes épocas nazarita, renacentista y barroca. Había destrozado la plasticidad de paisajes que atrajeron a románticos de medio mundo a dibujarla y pintarla. Granada ha sido de las pocas ciudades que ha destrozado su centro medieval para abrir una gran avenida moderna y ha convertido en cloaca el río que la atraviesa. A pesar de tanto destrozo, las encuestas periódicas de agencias de viajes y los medios turísticos continúan catapultándola a la primera o segunda posición de las ciudades españolas más bellas. El marco de las siete colinas por donde chorrea y trepa su caserío y el fondo de Sierra Nevada ejercen una gran atracción.
Cada vez que sueño la existencia futura de una máquina del tiempo y la posibilidad de viajar hacia atrás, me pido conocer la ciudad de Granada en enero de 1810. Elegiría esa fecha porque son unos días antes de que nos invadieran los franceses y comenzaran los destrozos. Imagino una ciudad de ensueño, de fábula, casi irreal, hecha a base de planos superpuestos como los que ahora inventa la Inteligencia artificial. Pero totalmente de real, construida en piedra, barro, madera y paja. Con sus calles cenagosas, sus olores a geranios y sus gallinas picoteando las cajoneras de caballos.
Hace ya más de dos siglos que aquella Granada mítica, encajada como un mecano de piezas ziríes, nazaritas, renacentistas, barrocas y neoclásicas empezó a desaparecer por motivos muy diversos: las destrucciones francesas, las continuas desamortizaciones decimonónicas, la incuria española, las desatinadas reformas interiores, la avaricia de constructores burgueses, la ignorancia de quienes nos gobernaron… (Y nos han seguido gobernando).
¿Qué sería de no haber caído objeto de la piqueta los más de 240 monumentos que hemos perdido en los dos últimos siglos?
A pesar de todo, resulta que Granada continúa siendo calificada entre las dos primeras ciudades españolas más bellas y atractivas por visitantes y artistas plásticos. ¿Qué sería de no haber caído objeto de la piqueta los más de 240 monumentos que hemos perdido en los dos últimos siglos? Sevilla y Córdoba, de las andaluzas, nos van a la zaga o nos disputan el puesto; pero suele ganar Granada por su especial orografía, llena de miradores frente a las llanuras del bajo Guadalquivir que no permiten contemplar con perspectiva.
Dibujo de William Gell hecho desde el Mirador de San Cristóbal en noviembre de 1808, antes de que los franceses iniciaran sus destrozos. BRITISH MUSEUM
Lo que hoy es Granada se parece muy poco, en su conjunto, a cómo sería esa hipotética fecha de 1810 a la que pretendo viajar en cuanto los informáticos de la IA inventen la manera de dar un salto hacia atrás
Dos son los motivos que me han traído a reflexionar, una vez más, sobre la Granada desaparecida: el primero, dos nuevos ránquines recientes de revistas de viajes en los que a Granada se la clasifica en los puestos primero y segundo entre las ciudades españolas más bellas. El segundo, tras la lectura de un libro publicado en 1961 en el que se cuantificaba ya que Granada es la ciudad española que más patrimonio ha destruido desde la primera década del siglo XIX; Granada ha perdido casi dos terceras partes de cómo era hace doscientos años, seguida de Zaragoza, Valencia y Madrid. Es decir, que lo que hoy es Granada se parece muy poco, en su conjunto, a cómo sería esa hipotética fecha de 1810 a la que pretendo viajar en cuanto los informáticos de la IA inventen la manera de dar un salto hacia atrás. Que todo se andará.
Se había confundido la ampliación y crecimiento de la ciudad con las reformas interiores a base de derribar lo que se consideraba viejo antes que antiguo
El primero en dar la voz de alarma sobre lo que se llevaba perdido en Granada fue Manuel Gómez-Morero, allá por la década de 1880-90, tanto en sus artículos en prensa diaria como en sucesivos capítulos en la nueva revista La Alhambra, de Francisco de Paula Valladar. Por aquella época se estaba en plena vorágine devoradora, modernizadora y clarificadora de la trama urbana. El pretexto era mejorar la sanidad, dar empleo y comunicar las futuras estaciones del tren. Se había confundido la ampliación y crecimiento de la ciudad con las reformas interiores a base de derribar lo que se consideraba viejo antes que antiguo. Eso, unido a la era anticlerical y ruina del Estado, se estaban llevando por delante el patrimonio histórico-artístico de los siglos anteriores.
Gómez-Moreno, en dos artículos, titulados Breve reseña de las pérdidas que ha experimentado en sus monumentos y obras de arte en lo que va de siglo, reflejaba la “alegría pintada en el rostro de personas que dirigían o presenciaban la demolición de interesantísimos monumentos… se dispararon cohetes y hubo regocijo y gran contento”. Incluso había alcaldes que derribaban viejos edificios por el sólo placer de “ver desaparecer aquella cosa que, para él y otros que tenían su mismo criterio, afeaban el sitio en que se encontraba”.
Óleo de Samuel Colman, 1862, en el que representa una Granada romántica y un tanto ficticia, tal como la veían los románticos. METROPOLITAN MUSEUM
Iglesias y conventos levantados a base de acumular maravedí a maravedí de donaciones populares o por los impuestos del diezmo eclesiástico. No voy a valorar si con más o menos justicia social. Pero el resultado fue un urbanismo a principios del XIX lleno de contrastes y plasticidad en el que se habían ido solapando sin estridencias las diversas culturas y estilos arquitectónicos de una ciudad formada por capas de aluvión. Hasta entonces, cada pueblo había llegado, reaprovechado lo anterior e incorporado a su nueva moda. Tampoco hay que olvidar que esas culturas que llegaron a Granada recurrieron a destrozar y reutilizar lo anterior; recordemos que las oleadas musulmanas redujeron a cantera de piedra los restos de la Florencia romana que se encontraron en este solar. Y los cristianos levantaron muros con lápidas musulmanas.
La revista La Alhambra, de Paula Valladar, en sus dos etapas desde 1884 hasta 1924, no cesó de denunciar las continuas pérdidas que cada año se iban anotando en el patrimonio monumental granadino. Esa actitud también fue denunciada por la Comisión de Monumentos, impotente ante tanto destrozo; lo único que le quedaba era levantar acta, hacer dibujos y alguna fotografía para la posteridad, y preservar alguna pieza simbólica para el futuro Museo Arqueológico. Cuando no, buscarle un comprador para recolocarla en una nueva construcción. Valladar fue elevando el tono de sus denuncias a medida que fue ganando consciencia de los destrozos, si bien un tanto faltas de fuerza contra los autores. Era entendible aquella actitud en la que, no nos engañemos, el 99,9% por ciento de los ciudadanos aplaudían el derribo de lo viejo para dar la bienvenida a lo nuevo.
Pongo un ejemplo de denuncia de Valladar: En su revista de 31 de mayo de 1911 comentaba el desmontaje de elementos artísticos de casillas árabes y moriscas del Albayzín.
Muy pocos, poquísimos, levantaron la voz en Granada cuando en sólo tres años fue abierta la enorme cala de la Gran Vía. Aquella demolición en pleno corazón de la medina afectó a 302 edificios de las parroquias de San Gil, Sagrario, Santiago y San Andrés. Sus destrozos acelerados se llevaron por delante de todo: desde casas sin valor a verdaderos palacios y edificios públicos, sobre todo de época nazarita y renacentista (Palacio de los Infantes, casa de la Inquisición, del Marqués de Falces, de Diego de Siloé, Colegio Eclesiástico, etc). El único de los intelectuales que se atrevió a cuestionar la obra fue Ángel Ganivet. La herida se llevó por delante todo lo que había construido en una franja de 60 metros (20 para calzada y aceras, más 20 a cada lado para los nuevos edificios). Pero, además, quedó completamente desfigurada toda la trama medieval porque se empeñaron en enderezar o ensanchar los callejones que desembocarían perpendicularmente a la Avenida del Azúcar.
Uno de los primeros extranjeros que llegó a Granada como viajero y criticó despiadadamente a la Gran Vía fue el escritor Ciro Bayo Segurola. En su “Lazarillo español” (1911) dedicó unas páginas a Granada en su incipiente guía de viajes. Vio la nueva avenida ya trazada y con bastantes bloques construidos y solares en construcción. No tuvo empacho de decir que en vez de Gran Vía deberían haberla llamado Gran Herejía:
Este libro fue premiado con 2.000 pesetas por el rey Alfonso XIII en el año 1912.
El siguiente foráneo en denunciar lo que estaba ocurriendo en el urbanismo de Granada a principios del siglo XX fue el arquitecto Leopoldo Torres Balbás. Llegó a Granada en 1923 para hacerse cargo de la Alhambra en calidad de director-conservador. El monumento no atravesaba su mejor momento, tras varias ruinas por motivos naturales e intervenciones desafortunadas de arquitectos anteriores (que mejor no recordar). Publicó un demoledor informe en la Revista de Arquitectura titulado “Granada, la ciudad que desaparece”. No sólo denunciaba el proyecto de la Gran Vía, también destrucciones del Realejo, Reyes Católicos, Cartuja, etc.
En 1961, cuando Juan Antonio Gaya Nuño hizo su recuento de lo desaparecido en Granada, todavía en esta ciudad no existía demasiada conciencia y normativa protectora del patrimonio histórico-artístico. Hasta bien entrados los años ochenta continuaron siendo derribados edificios que deberían estar catalogados. No digamos el desmontaje casi diario de piezas de casas moriscas y renacentistas del Albayzín y Realejo; el mercado de chamarileros ha estado abierto hasta tiempos bien recientes. Incluso la criticada Gran Vía, cuando empezaba a estar incorporada al paisaje urbano y alabada por su armonía neoclásica y un poco modernista, hubo de sufrir nueve imputaciones de edificios de primera generación. Y hoy mismo sus terrazas continúan siendo sobrecargadas con nuevos pisos de techos de hojalata.
Varias páginas de las muchas incluidas en el libro-denuncia de Gaya Nuño sobre los edificios desaparecidos en España; Granada era la que más había perdido en su recuento.
En 1973 fue elaborado el primer recuento actualizado de daños acaecidos en los dos siglos anteriores y hasta esa fecha. Lo hizo María de la Paloma Sánchez Campos como primer trabajo detallado que se hacía en la Universidad de Granada, bajo dirección de Pita Andrade. Consistió en catalogar y fichar todo lo desaparecido en la ciudad. Aquel catálogo recogió 207 monumentos derribados (Desde 1973 en que fue elaborado se le han sumado unos cuantos más). Valoraba esta autora el esplendor que debió tener Granada, junto con Córdoba, del que en la actualidad es imposible hacerse una idea. “De haberse conservado todo lo destruido, nuestra ciudad sería la admiración del mundo”, llega a escribir. 120 monumentos derribados pertenecieron a la etapa musulmana, treinta de ellos procedentes de los siglos XIII a XIV (sin contar las casas moriscas que todavía estaban en fase de expolio); a la etapa renacentista religiosa pertenecieron 18 de los derribados y 28 a la renacentista civil; en el periodo barroco desaparecieron 13 casas religiosas y 16 civiles. Y todavía por 1973, fecha de cierre del fichero, no había acabado la sangría de edificios modernistas de Gran Vía, Gran Capitán 10, barrio Fígares, etc. Es una pena que no llegara a editarlo masivamente y hayan desaparecido las fotografías que aportaba.
Casa modernista de Gran Capitán, demolida en 1973 por “fea”. Es la última registrada por Paloma Sánchez cuando cerró su informe de destrozos.
Todos los recuentos anteriores de autores nacionales y locales que se centraron en estudiar y contar los destrozos de Granada han sido actualizados en los últimos años del siglo XX por diversos trabajos y publicaciones del profesor de Arquitectura Juan Manuel Barrios Rozúa. Su principal texto compilatorio de destrozos, mutilaciones y/o desapariciones totales está contenido en su libro Reforma urbana y distribución del patrimonio histórico en Granada (1998), editado por la Universidad de Granada. Es la crónica más completa hecha hasta ahora para tomar conciencia de que sí, que Granada se parece poco en la actualidad a la que fue antes de 1810. Y eso que para principios del XIX, cuando llegaron los franceses a cometer fechorías, los granadinos ya habían derribado la mayor parte de las murallas y puertas nazaritas para permitir su crecimiento por las zonas linderas a las vegas.
En su fichero enumera barrio a barrio, con planimetría e interesantes fotografías y grabados, las pérdidas de los últimos doscientos años.
Un segundo libro de este mismo autor, imprescindible y condensado del anterior, es Guía de la Granada Desaparecida, editado por Comares un año después. En su fichero enumera barrio a barrio, con planimetría e interesantes fotografías y grabados, las pérdidas de los últimos doscientos años. Así, en el barrio del Albayzín ubica 31 desapariciones; 13 en el Realejo; 14 en las Angustias; 14 en la Magdalena: 9 en el Triunfo-Cartuja; 13 en San Matías; y otras 45 que se llevó por delante la apertura de la Gran Vía. Y porque no desciende a contar el medio centenar de corralas de los siglos XVII a XIX e infinidad de mutilaciones en palacetes.
Los mayores destrozos
En la actualidad, la desaparición de edificios históricos de Granada ya supera la recopilación que hizo Paloma Sánchez Campos, aproximándose a los 240 en nuestros días. Esto demuestra que la incuria social y política actuó, actúa y continúa actuando. Eso, sin contar los pastiches resultantes de algunas restauraciones o la incrustación de adefesios en lugares que no corresponden. Un barrio caracterizado por arquitectura renacentista no admite un edificio de diseño actual a su lado. Cada capa de la cebolla que es una ciudad debe estar en su lugar.
Los trazadores de ciudades parece que se olvidaron de incluir las plazas y los jardines en sus diseños
A cambio de eliminar iglesias y conventos de los siglos XVI y XVII, la ciudad ha conseguido algunos espacios públicos de los que careció hasta el siglo XIX. Los trazadores de ciudades parece que se olvidaron de incluir las plazas y los jardines en sus diseños. La mayoría de espacios diáfanos que tiene hoy Granada salieron del derribo de edificios religiosos.
Repasemos por encima los grandes hitos históricos por pérdida de edificaciones anteriores o su sustitución por otras estructuras, es decir, las de mayor impacto en la trama urbana actual:
Alhambra y Generalife. Desde los primeros años de conquista, los cristianos acometieron grandes reformas para consolidar lo dañado y, sobre todo, para modificar lo que había. No ha habido siglo en el medio milenio último en el que no haya desaparecido algo de la estructura original. La zona de los Aljibes ocupó un antiguo arrabal, con la Puerta Real al fondo; en su lugar apareció el actual aljibe y la plaza del mismo nombre; fueron eliminados todos los palacios de la nobleza nazarita en lo que hoy es actual Secano; una parte de los palacios fue demolida para levantar el Palacio de Carlos V; desapareció en Palacio del Infante, sustituido por el Convento de Franciscanos, a su vez reemplazado por el actual Parador; la ocupación francesa destruyó o desfiguró varias torres y el tramo de muralla del Sureste (torre del Agua, de Baltasar de la Cruz, del Cabo de la Carrera, de Juan de Arce, torre Peralada, etc.).
Muralla medieval. Ya en el siglo XVI empezaron a ser demolidos paños de la muralla nazarita en su parte baja, entre las puertas de Elvira y de Bibarrambla; el objeto fue permitir el crecimiento de la ciudad renacentista para dar paso a los barrios de la Magdalena y la Duquesa. La puerta de San Jerónimo quedó bajo la iglesia de los Santos Justo y Pastor; otra bajo la calle Capuchinas; la de Bibarrambla sucumbió a finales del XIX y la del Rastro había caído en 1790. También el tramo hasta Bibataubín cayó en el XVIII. Tiempo antes habían comenzado a destruir el tramo que bajaba desde Torres Bermejas hasta Bibataubín. Las puertas del Sol y del Pescado también desaparecieron en el XIX. Lo único que sobrevivió de esa zona de muralla fue la Quba de la huerta de Aixa (Cuarto Real de Santo Domingo).
De la muralla zirí continúa entero el tramo que corre paralelo a la Cuesta Alhacaba, entre las puertas Monaíta y de las Pesas. En la Alcazaba Cadima solamente quedan tres torreones en medio de jardines particulares y ermita de San Cecilio; el resto que bajaba hacia la puerta de Guadix también ha ido desapareciendo con el tiempo. El tramo de muralla que enlazaba la Puerta de Elvira con la Monaita ha quedado reducido a tramos incrustados en las partes traseras de las casas de Cuesta de Abarqueros.
Zona central del fresco la Batalla de la Higueruela. Así debió ver el dibujante la ciudad amurallada nazarita en 1421, con la cerca intacta y todas las puertas en pie. EL ESCORIAL
J. Hoefnagel, en 1565, dibujó una ciudad cristiana en construcción: la catedral sólo con la capilla mayor acabada, San Jerónimo a medio y el caserío apiñado en los cerros del Albayzín. La parte de la muralla que daba a la Vega ya había sido rebasada.
En cuanto a la Cerca de Don Gonzalo, se conservan buenos tramos todavía. Aunque ya fue partida al abrir la carretera de Murcia en la zona del Tambor y una abertura en el Callejón de Lebrija. Desde el Tambor hacia el barrio de San Ildefonso ha ido cayendo poco a poco en el siglo XX; el último postigo que desapareció, el Túnel, se encontraba por encima de la iglesia de San Ildefonso.
Curiosidades: el itinerario de la muralla entre las puertas de Elvira y Pescadería se puede intuir por las marcas dejadas en el reciente adoquinado de la calle Navarrete, que simula su planta cuadrada; bajo una cochera en la Placeta del Azúcar hay otro torreón; un muro en el convento de la Encarnación; el muro del Jardín Botánico sigue la línea de la muralla, que está visible bajo un cristal del bar de enfrente.
El Darro escondido. De los trece puentes que llegó a tener el Darro desde su entrada a la ciudad hasta su desembocadura, solamente quedan visibles los cuatro primeros, de traza cristiana todos (incluso el de las Chirimías reconstruido a finales del XIX). Los demás duermen ocultos bajo la bóveda que cubre el cauce desde su entrada a Plaza Nueva; pero la mayoría fueron derribados por suponer un obstáculo a ingenieros y arquitectos. La cubrición del Darro ya empezó en 1516 para sacar Plaza Nueva; continuó a finales del XVIII en un tramo de Puerta Real; y ya se acabó de esconder por fases durante toda la segunda mitad del XIX. Solamente se dejó para los años 1936-41 el tramo último, el comprendido desde Puente de Castañeda hasta el final. Aquí fueron volados los dos últimos que quedaban, el de Castañeda y el de la Virgen.
Puente de Castañeda y zona de la Carrera, hacia 1860. Penúltimo puente cristiano construido en el siglo XVII y demolido en 1937. CLIFORD/AHMGR
El proceso de escondido del Darro supuso un cambio radical en el paisaje urbano de Granada. Lo que era el Revés del Zacatín, dio paso a una de las calles principales, Reyes Católicos. Fue una obra aplaudida en su tiempo por el cien por cien de granadinos. Se llevaron por delante las casas-puente de Plaza Nueva, la Riberilla de los Tintes y sus escalinatas para bajar a las curtidurías del cauce, la acequia de Sancti Spíritus, dos molinos de harina, la Rondilla, etc. Esta obra del río afectó a las dos aceras de la calle, ya que los edificios “se dieron la vuelta”, pasaron a tener sus fachadas principales al otro lado; la calle Reyes Católicos (inicialmente llamada Méndez Núñez) pasó a ser la más codiciada por las familias pudientes y el comercio. Por ejemplo, los banqueros Rodríguez-Acosta levantaron aquí su banca y su vivienda; el Duque de Abrantes hizo su palacio en lo que antes eran corrales (posterior Banesto de la acera de la Sierpe); Correos, Telégrafos, Telefónica, Centro Artístico acabaron por establecer aquí sus sedes.
Gran Vía. Fue el proyecto de “ensanche” interior que más modificó la trama medieval-renacentista de Granada. En agosto de 1895 empezaron los derribos de los 302 edificios comprados o expropiados. La operación se planteó como de saneamiento y para comunicar los dos extremos de la ciudad y sus estaciones de ferrocarril. Esta obra afectó a la franja de la calle recta y ancha, pero tuvo su influencia en el ensanche de todas las laterales hasta llegar al Triunfo. El resultado fue muy aplaudido por la población, pero el proyecto supuso uno de los mayores destrozos y modificación de la trama medieval de Granada. Las consecuencias sociales obligaron a emigrar de la Medina a más de dos mil personas, que se refugiaron principalmente en el Albayzín. Este barrio sufrió una colmatación de la noche a la mañana; buena parte del material de derribo para abrir la Gran Vía fue a parar a las obras de construcción de bloques o reformas en el Albayzín de principios del siglo XX.
La segunda fase del proyecto de Gran Vía contemplaba su continuación por San Matías, el Campillo y la Carrera, hasta el Humilladero. Por fortuna, se decidió no continuarla a base de derribar los edificios de un lateral de la calle San Matías. También fue desechada la Gran Vía de los Pobres, una perpendicular desde Postigo Velutti hasta el Carril del Picón.
Conventos y monasterios. En los dos años de ocupación francesa se registraron los primeros destrozos e inicios de desamortizaciones: cayó la iglesia de San Francisco Casa Grande (actual plaza del Padre Suárez y patio militar); y la torre de la iglesia de San Jerónimo para acabar el Puente Verde. Fueron expulsados sus frailes para destinar los edificios a cuarteles en los conventos de San Jerónimo, los Ángeles, Carmelitas Calzados, Carmelitas Descalzos, San Felipe Neri, San Francisco de la Alhambra, La Merced y San Basilio. La modificación de sus estructuras fue notable en algunos casos.
Una turista fotografía la Carrera del Darro, una de las calles más fotogénicas de la ciudad.
Aquel melón abierto por los franceses ya nunca se cerró. El convento de los Agustinos descalzos (en la Plaza del Salvador del Albayzín), acabó sus días con el derribo y convertido hoy en un Carmen de propiedad de un jeque catarí. El convento de San Antonio de Padua fue partido para viviendas particulares. La Cartuja sufrió la amputación de su claustro mayor y, ya hace medio siglo, sus edificios delanteros para dejar sitio a la carretera y campus universitario. El convento de agustinos descalzos dejó paso a la actual plaza de San Agustín y el mercado de abastos. El de trinitarios descalzos y su iglesia pasaron a ser Plaza de la Trinidad. El de Carmelitas Calzados ha dado paso al Ayuntamiento actual y a la Plaza del Carmen. El convento de Santo Domingo perdió parte de sus espacios para abrir una calle y plaza; sobrevive su iglesia casi intacta y el coristado (comisaría de Policía de la plaza de los Campos). El convento de Capuchinas junto a la Catedral acabó demolido y dejando su espacio a los mercados, zona abierta hoy de la Romanilla; sus monjas se reubicaron en el convento de San Antón, adonde se llevaron buena parte de su patrimonio. En la década de 1950-60 hubieron de perder un pequeño espacio para el ensanche de la calle Recogidas, que se llevó también por delante el Beaterio de las Arrecogidas fundado por el arzobispo Pedro de Castro. También el siglo XIX se llevó por delante el que era hospital musulmán más antiguo de España, el Maristán, y un incendió acabó con la única Alcaicería (mercado de seda) de origen medieval que pervivía en nuestro país.
Dibujo de Alfred Guesdon, 1853, cuando estaban a medio los derrumbes. Aquí ya se ve demolida la torre de San Jerónimo, derribaba la parte superior de la Merced y deformada su fachada para convertirla en instalación militar.
Ha habido casos de edificios desamortizados en el XIX que posteriormente han vuelto a propiedad de órdenes religiosas. El caso más reciente es el Hospital de San Juan de Dios, desamortizado en el XIX, pero con uso de hospital provincial de la Diputación hasta 2009 en que empezó a ser devuelto a los Hermanos de San Juan Dios; todavía quedan algunos flecos por devolver, en tanto que se ha iniciado su rehabilitación; pero el tercer patio ya no será recuperado, pues fue demolido para hacer la facultad de Medicina (1884). San Felipe Neri, tras ser utilizado como comisaría, almacén de varios productos, parada de postas, etc., en 1916 fue adquirido por la comunidad Redentorista, que lo devolvió a la vida religiosa, no sin haberse dejado sus dos torres en el trayecto. También consiguió ser devuelto a órdenes religiosas San Jerónimo, que las monjas rehabilitaron y volvieron a levantar la torre demolida por los franceses; pero tantos años de uso militar y el incendio de 1927 lo dejaron bastante mutilado.
Los conventos de la Merced y San Francisco Casa Grande fueron reconvertidos en instalaciones militares, con muchas modificaciones, pero al menos sus claustros centrales continúan en pie. El convento de Belén tuvo peor suerte; tras muchos vaivenes, acabó convertido en el colegio Juan Hurtado y algunos chalecillos, tras haber sido utilizado como presidio unos cuantos años.
El convento de carmelitas descalzos (Carmen de los Mártires), también desapareció para dar paso a palacete del general Calderón y Vasco, a casa-museo de Meersman, jardines del Duque del Infantado y, finalmente, a jardines y palacio de propiedad municipal.
En el Albayzín también fue una gran pérdida desde el punto de vista paisajístico la desaparición del convento de la Victoria, que dejó paso a edificaciones particulares y permitió conectar la cuesta del Chapiz con la calle San Juan de los Reyes, más una plaza-mirador.
Contrapunto. El Retiro del Triunfo en la actualidad, fotografiado desde la urbanización que ocupaba la iglesia de Capuchinos. La zona de expansión del siglo XVIII ha sido urbanizada con edificios administrativos, viviendas militares, la Escuela Normal y el Instituto de Secundaria. La Acera del Triunfo ha sido rebasada por nuevos bloques de pisos (quedan fuera por la derecha) y en el centro aparece el jardín del Triunfo, con su fuente corrida y la columna desplazada hacia el Oeste en 1962. A pesar de todo, al fondo se ve el coqueto caserío asentado en los cerros de San Cristóbal, la muralla de la Alhacaba y el Albayzín que tapa las torres de la Alhambra y la sierra cubierta de nieve en este febrero lluvioso. Por la derecha se nos escapa la Catedral.
La lista de torres, chapiteles, oratorios, casas de paso, cobertizos, balconadas, aleros, miradores, etc. que han desaparecido en los dos últimos siglos en Granada es interminable. La mayoría fueron objeto de pinturas y grabados de los románticos, muchas veces exageradas, reinventadas o cambiadas de lugar, pero que dieron una idea del atractivo que suponía para ellos.
Granada se convirtió en uno de los principales atractivos para los viajeros románticos durante casi todo el siglo XIX. Sus sucesores son los miles y miles de visitantes que hacen de la Alhambra el monumento más visitado de España y de los bares de tapas uno de los mayores atractivos de la ciudad. A cambio de vivir en una de las ciudades más bonitas, atractivas y visitadas de España hay que soportar la progresiva expulsión de los vecinos de siempre para convertir sus pisos en apartamentos turísticos, a los “asn@s” beodos que vienen a las despedidas de solteros y a las decenas de rebaños de turistas baratos guiados por gentes de fretour.
Autor: Gabriel Pozo Felguera
Fuente: https://www.elindependientedegranada.es/cultura/pesar-todo-granada-sigue-siendo-mas-bonita-espana